viernes, 23 de diciembre de 2011

Desdoblamiento

Una de las ventajas de ver mal de lejos, es que es mucho más fácil imaginar. Siempre lo he sabido y siempre he intentando sacar provecho de ello. Pero nunca supe que la cosa llegaría tan lejos como para provocarme la huída momentánea de mi propio cuerpo. Un desdoblamiento corporal como el que viví ayer, asomado a la ventana que da al pequeño parque. Mi miopía me impide dibujar rostros definidos, pero el largo pelo rojo radiactivo de la chica, sentada en el suelo, me hizo verla en su plenitud. Del chico, metros más allá, no me acuerdo. Sólo sé que lo único que deseaba mi mente en ese momento es que se juntaran entre los columpios y se besaran. Me sorprendí de mi actitud ansiosa y extravagante. Pero algo me decía que iba a pasar y yo me moría de ganas de que pasara. Cuanto antes. Y ocurrió. Fugazmente, pero sin prisas, sin miedos. De forma pura, limpia, natural. De pronto me dí cuenta de que no lo estaba viendo desde la ventana. Lo viví en primera persona, disfrutando de los pocos segundos que duró la unión entre ella y yo. Entre ella y el cuerpo de chico. Entre ella y mis sentidos. Logré ver mi cuerpo inerte en la ventana, el ingobernado cuerpo del que escapé y dejé solo durante ese instante mágico. Quizá haya sido cosa de la fecha de ayer. No lo sé. Pero al rato les vi tumbados, uno sobre el otro, abrazándose y besándose sin parar. Con una sonrisa me dí la vuelta y les dejé solos.
Gracias campeón. A la próxima espero poder invitarte yo.

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